jueves, 24 de julio de 2014

De camino a la oficina

Odio manejar. Mucho más en Santiago; pero todos las mañanas, tengo que tomar el auto, pasar a dejar a mi hijo al jardín y luego ir hacia mi oficina. Camino que todas las tardes, tengo que hacer de regreso. Y para no hacer más latero el trayecto de lo que ya lo es; siempre aprovecho en algún semáforo rojo y en uno de esos tan poco queridos tacos, mirar lo que la capital nos entrega en cuanto a arquitectura.

Ya tengo mis casas favoritas, mi edificio favorito, mi barrio favorito y por supuesto, mi café favorito. Claro que éste último, era favorito sólo por lo que veía por fuera, porque nunca había entrado (siempre ando con la hora justa y no da tiempo para pasar a una cafetería), hasta que hace unas semanas, mi marido me vino a dejar al trabajo porque tenía el día libre. Salimos más temprano y ya acercándonos al café, le comento que siempre he querido pasar ahí; no tuve que decir nada más. Nos estacionamos y entramos al encantador ambiente de Amelie.

Un café ubicado en Renato Sánchez casi al llegar a Gertudris Echeñique, el lugar está exquisitamente decorado con un estilo medio provenzal y normando. Cada rincón es confortable, especialmente unos silloncitos que están en la ventana, donde ya me imagino pasando mi vejez con un libro y una rica taza de te. 



En fin. Todas las mesas tienen unos floreros pequeños con flores frescas, lo que ya es un agrado y un detalle a destacar. Nos sentamos; éramos los únicos clientes a esa hora, por lo que inmediatamente apareció una niña a atendernos. Mi marido, nada dulcero, pidió un omelette con jamón y queso y yo, totalmente dulcera, un chocolate caliente con brownies (una bomba de chocolate).

¿Conocen la película Ratatouille? ¿Cuándo el crítico prueba el plato preparado por el ratoncito y su memoria viaja en el tiempo hasta llegar a un día de su infancia? Bueno, algo así me pasó con este chocolate caliente y mis recuerdos del café en Petrópolis; lejos lo más parecido a esa maravilla de chocolate caliente.  




Un chocolate espeso; exquisitamente potenciado con algunas especias. Aromático y con el equilibrio ideal entre dulce y amargo. 

En cuanto al brownie. Exquisito. Tan perfectamente gringo; suave y esponjoso (pero no como queque) y con una capa dura recubriendo estos dos triángulos. 

Lo mejor del lugar es que tiene diversas alternativas para probar y disfrutar, como unos pequeños queques de sabores originales (pera, gengibre); helados artesanales y tortas caseras. 

Sin duda, un lugar que hay que visitar...al menos yo lo volveré a hacer. 



2 comentarios:

  1. Pucha, un sitio mas que agregaré a mi larga lista de lugares por probar (de la cual aún no visito ninguno)...pero puedo al menos hacer mi aporte y transmitir tus experiencias...☺️

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar